Virginia Aguilera o “Doña Vicky” para los amigos, fue la fan número uno de la lucha libre en México durante la época de los 80. Su historia sigue hasta nuestros días, por lo que te compartimos algunos momentos muy interesantes de su historia dentro de la lucha libre.
Durante más de medio siglo, doña Virginia Aguilera fue la aficionada número uno de la lucha libre mexicana. La pasión le nació en la Arena Roma – Mérida allá por 1934, cuando presenció un combate entre El Caballo Bayo y El Santo, que aún no llevaba ese nombre glorioso.
Su primer reconocimiento como aficionada fue una placa que recibió el 18 de marzo de 1980, pero del que estaba más orgullosa fue el que le entregaron un 24 de agosto de 1984 en la Arena México, cuando cumplió cincuenta años de asistencia continua a las arenas.
Fue una señora tan importante y tan respetuosa que se mereció un beso en la frente de despedida por El Santo, en su última lucha.
Su primer amor en la lucha fue naturalmente El Santo; el último, El Perro Aguayo, a cuya imagen estampada en un póster daba un beso diario. Sus tesoros más preciados eran, por supuesto, máscaras y cabelleras: “máscaras que me han regalado los más famosos luchadores, con dedicatorias manuscritas”.
Su recuerdo más doloroso, la muerte de El Santo: “La noche en que murió me entró una pena muy grande. Estaba yo sentada, viendo la televisión, cuando escuché la noticia. No lo pensé dos veces: me vestí de luto, agarré un taxi y me fui a Gayoso. Lloré mucho sobre el féretro de El Santo. Era un hombre extraordinario que supo llegarle al pueblo. Al otro día fueron al entierro más personas que cuando llevamos a la fosa a Pedro Infante.”
A la decana de la fanatica no le gustaba que los luchadores se bajaran del ring, tal vez porque en una ocasión le cayó encima Raúl Reyes, quebrándole una pierna. Quien engalanó celebres butacas de primera fila durante más de medio siglo, fue también la gran dama de las arenas: “Llego puntual y, eso sí, muy bien vestida; para ir a la lucha me pongo mis mejores garitas… con mi buen apariencia les demuestro mi respeto y mi entusiasmo a los luchadores. Ellos me divierten, me hacen reír, me emocionan. Lo menos que puedo hacer es presentarme decentemente vestida en la arena”.
Sin duda Doña Vicky dejo parte de su alma y vida dentro de las arenas y la lucha libre, hasta un 10 de mayo de 1997 cuando falleció en su hogar, dentro de su habitación rodeada de los recuerdos que más significaron para ella.